Hace algo más de un año, y durante uno o dos segundos, o quizá menos, sentí la fuerte necesidad de cometer un error.
En ese momento supuse, pensé, y creí, totalmente convencido, que sería un grave error. Y no lo cometí.
Ahora sé, con casi la máxima seguridad con la que se puede llegar a conocer algo ajeno a nosotros mismos, que, efectivamente, hubiera sido un error. Nada habría ganado, y a medio plazo, habría perdido mucho. Desde luego, una mala inversión. Acerté, de eso estoy seguro.
Sin embargo, no puedo evitar, cada poco tiempo, arrepentirme fuertemente de no haber errado, de no haber metido la pata (hasta el fondo, como se suele decir), de no haberla cagado. No es algo que me ocurra muy a menudo. Es como arrepentirse de no haber comprado un billete de lotería que a posteriori se conoce que no sería premiado. Ante una mente que pretende ser racional, como la mía (sólo lo pretende, conste) esto es inaceptable. No puedo dar con la clave, con el motivo por el cual me arrepiento de no equivocarme.
¿Merece la pena cometer errores a cambio de llenar la vida con un poco de emoción, de intensidad? No hablo de arriesgarse, hablo de cometer errores a sabiendas de que lo son.
Escribiendo estas líneas creo que he encontrado una posible respuesta: si uno no se equivoca, nunca sabe si realmente se habría equivocado. Y luego te pasas la vida preguntándotelo, por muy convencido que estés. Aciertas, pero no sirve de nada.
2 comentarios:
Me recuerda a algo que escribí hace tiempo...un 13 de febrero, por si te apetece leerlo! besicos!!
Yo creo que todo depende del error de que se trate. Porque, a veces, uno necesita comprobar por sí mismo que si hubiera hecho "aquello" realmente se habría equivocado; es como si necesitaras comprobarlo en persona.
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