jueves, mayo 04, 2006

Un Mundo Feliz.7.Respuestas en el despacho del Interventor.

Esperando en el despacho de Mustafá Mond hay tres hombres con tres actitudes distintas. John está indiferente, no le importa que le puedan expulsar de aquél odioso lugar; Helmholtz afronta con orgullo y seriedad su destino, mintiéndose firme; Bernard está asustado, siempre criticó el sistema desde su seguridad, su independencia de los condicionamientos, y ahora el sentimiento más natural del mundo le invade: el miedo a lo desconocido.

El Interventor es directo, y John, más:
- De modo que nuestra civilización no le gusta mucho, Mr. Salvaje - dijo.
- No.


Hablando sobre la civilización, John utiliza unas palabras de Shakespeare, y descubre sorprendentemente que el Interventor lo conoce….ha leído esos libros prohibidos.
John tuvo la posibilidad de preguntar a Mustafá Mond, el hombre que hacía la ley, por qué estaban prohibidos. La respuesta es tan lógica como desoladora: están prohibidos porque son viejos y porque son bellos. Como son bellos, ejercen atracción, como ejercen atracción, la gente no presta tanta atención a lo nuevo…y mantener el interés por lo nuevo es vital, aunque sea prohibiendo lo viejo.

John se siente desolado:
- ¡Pero si las nuevas son horribles, estúpidas! ¡Esas películas en las que sólo salen helicópteros y el público siente cómo los actores se besan! - John hizo una mueca -. ¡Cabrones y monos!
Sólo en estas palabras de Otelo encontraba el vehículo adecuado para expresar su desprecio y su odio.
- En todo caso, animales inofensivos - murmuró el Interventor, a modo de paréntesis.

¿Y por qué no se hacen obras nuevas tan bellas como las antiguas? Es imposible. En un mundo tan estable, tan feliz, tan vacuo, la gente no entiende las tragedias, no comprende los sentimientos de las obras artísticas.

- Pero éste es el precio que debemos pagar por la estabilidad. Hay que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte puro. Nosotros hemos sacrificado el arte puro.

Y por eso no había pirámides, no había 9ª Sinfonía, no había Miguel Ángel…

Después John expresó su repulsa por los trabajadores enanos, los Deltas y Epsilones, semi-humanos. Bajos, feos y estúpidos fabricados por el Estado. ¿por qué, si era posible, no se hacían todos super-inteligentes? Porque no es útil. Según cuenta el Interventor, una vez, en una isla, se intentó hacer una sociedad sólo con Alfas, los inteligentes. No se obedecían las órdenes, no se hacía el trabajo y los conflictos estallaron hasta provocar una sangrienta guerra.

- La población óptima - dijo Mustafá Mond - es la que se parece a los icebergs: ocho novenas partes por debajo de la línea de flotación, y una novena parte por encima.
- ¿Y son felices los que se encuentran por debajo de la línea de flotación? ¿A pesar de su horrible trabajo?
- ¿Horrible? A ellos no se lo parece. Al contrario, les gusta. Es ligero, sencillo, infantil. Siete horas y media de trabajo suave, que no agota, y después la ración de soma, los juegos, la copulación sin restricciones y el sensorama. ¿Qué más pueden pedir?


Y así es. Si el fin último es la felicidad, y no la Libertad, lo mejor es “retirar” la inteligencia a los hombres, hacerlos dóciles, conducirlos y, más que responder a sus preguntas, evitar que las hagan.

Esto no convierte al Interventor en un tirano, en absoluto. Sorprendentemente, reconoce que en tiempos pasados él mismo fue uno de los pocos críticos del sistema, que se interesó por el arte prohibido, por lo viejo, por la soledad. Recibió un ultimátum: o el destierro, o trabajar para los Interventores. Su “sacrificio” fue renunciar a un destierro y encauzar su vida hacia la felicidad de los demás, sabiendo que viviría en un mundo extraño para él.

Dice casi envidiar a Bernard y Helmholtz, y les anuncia su destierro. Bernard no lo ve así y sufre un ataque de pánico.

-Le enviarán a una isla. Es decir, le enviarán a un lugar donde conocerá al grupo de hombres y mujeres más interesantes que cabe encontrar en el mundo. Todos ellos personas que, por una razón u otra, han adquirido excesiva conciencia de su propia individualidad para poder vivir en comunidad. Todas las personas que no se conforman con la ortodoxia, que tienen ideas propias. En una palabra, personas que son alguien. Casi le envidio.

Todo hubiera sido más simple colocando a un déspota en la cima, pero Huxley, magistralmente, nos presenta a un hombre comprensivo, que quiere para los demás la felicidad que sus rarezas no le permiten alcanzar.

Siguen hablando Mustafá Mond y John, del precio del progreso y la felicidad…de eliminar a Dios, los sentimientos, el arte, la belleza, de cómo para toda necesidad humana, espiritual o física, se puede crear una solución controlada por el estado, con la ventaja de la Estabilidad Social, sin inconvenientes…

- Es que a mí me gustan los inconvenientes.-John
- A nosotros, no - dijo el Interventor -. Preferimos hacer las cosas con comodidad.
- Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado.
- En suma - dijo Mustafá Mond -, usted reclama el derecho a ser desgraciado.
- Muy bien, de acuerdo - dijo el Salvaje, en tono de reto -. Reclamo el derecho a ser desgraciado.
- Esto, sin hablar del derecho a envejecer, a volverse feo e impotente, el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a pasar hambre, el derecho a ser piojoso, el derecho a vivir en el temor constante de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho a pillar un tifus; el derecho a ser atormentado.
Siguió un largo silencio.
- Reclamo todos estos derechos - concluyó el Salvaje.
Mustafá Mond se encogió de hombros.
-Están a su disposición - dijo.


Bernard Marx y Helmholtz serían enviados a una isla. Con personas díscolas del sistema como ellos, sin organización estatal, con Libertad pero sin felicidad. En cuanto a John….el que quiera conocer qué ocurrió a John, que lea la novela.

2 comentarios:

Pablo Otero dijo...

La leí un par de veces. El final no me gustó, es decir, lo acepto y seguramente no habría otro posible.

No sólo recomiendo el libro por su lectura filosófico-política (de la que haces un excelente análisis), sino por estar bien escrita, ser sencilla y fácil de leer sí únicamente te centras en la ciencia-ficción.

Miguel Ángel dijo...

Eso, que la lean todos!