Cuando leí Un Mundo Feliz no tuve la sensación de estar leyendo el futuro ni a Julio Verne. Yo leía el presente. Es una obra de crítica feroz a todos los valores políticos y sociales de la época, en mi opinión.
Políticamente, la crítica al capitalismo que transforma a los consumidores en consumistas es evidente cuando se dice que los vestidos viejos no se remiendan, se tiran, o como cuando cuenta que las formas de ocio que consumen poco han sido prohibidas. La libertad económica no se pone en entredicho, pero cuando los ciudadanos compran lo que quieren los vendedores en lugar de estos ofrecer lo que los consumidores demandan, se produce una falta de respeto a la persona, una apología del borreguismo en vez de un servicio lícito por el que cobrar.
La crítica al comunismo es aún más directa. Huxley crea a los grupos de Bokanovsxy como obsesión por la igualdad, cuando esta es antinatural. Los individuos salen de la cadena de montaje del estado para trabajar en las cadenas de montaje de las fábricas estatales.
Aquello de “todo el mundo pertenece a todo el mundo”, “cuando el individuo siente la sociedad se resiente” pudieran ser perfectamente eslóganes de la URSS de los 50 o de la Corea del Norte actual. La imposición de sentimientos de participación, y el ataque a la Libertad que esto supone, es una de las principales críticas de Huxley al comunismo.
En 1932 esta obra tocó de lleno el fascismo, ¿quién no identifica a los Alfas, altos guapos e inteligentes con la raza aria? Si incluso los nazis fueron pioneros en la manipulación genética para fabricar individuos perfectos, como hace el estado de Un Mundo Feliz. Al resto, se les mantiene por debajo por ley, a la fuerza, pero siempre “por su bien”.
Socialmente, Huxley critica a los excesivamente liberales usando la imagen de niños pequeños practicando juegos sexuales, y a los excesivamente conservadores, encarnados por John, que llega a golpear a su amada sólo por haber querido sexo antes de tiempo.
Si alguna cuestión suscita esta obra, es la de que, aunque nos neguemos, debemos escoger entre Libertad o felicidad.
Porque quizá los individuos del Mundo Feliz nos provoquen lástima en un principio…ni siquiera tienen libertad de pensamiento. Pero, recordemos, que todos son felices, a todos les agrada su trabajo, sus formas de disfrutar del ocio, el papel social que les ha tocado. Todos son felices, mientras no se interesen por rarezas como la Libertad o el Arte como Bernard o el Interventor…
Señores, la ignorancia es la felicidad.
Sean felices…o no.
jueves, mayo 04, 2006
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1 comentario:
Pero eso es falso. La ignorancia no es la felicidad. La ignorancia es la falta de dolor, vale, ¿pero no es el dolor indispensable para la felicidad? Esta gente vive absorta en un estado de autocomplacencia, pero nunca llegarán a cotas de felicidad tan altas como otra gente que sí puede preocuparse por todas estas cosas.
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